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martes, 14 de enero de 2014

Relatos e historias de inmigración cualificada

"Voces para la integración y la igualdad" es un texto que recoge las voces de aquellas mujeres que un día, y por distintas motivaciones, emprendieron el camino que las trajo a España. Aquí reflexionan sobre sí mismas y el entorno que las rodea, un entorno, complejo y diferente, que han ido conociendo y decodificando poco a poco.

La principal riqueza de este texto radica en la honestidad de esas voces femeninas que hablan acerca de sus esperanzas, logros, sueños y frustraciones siempre en primera persona; porque estas mujeres se ven, se piensan y se asumen como protagonistas y gestoras de su propio desarrollo, lejos de las concepciones que se empeñan en victimizarlas o estereotiparlas como simples “sujetos de estudio”, en medio del anonimato y la marea de estadísticas con que se suele abordar el tema de la inmigración.

Este documento, a través de voces individuales, visibiliza a miles de mujeres desconocidas e invisibles para la gran mayoría de la gente y de las instituciones. Mujeres que, habiendo cursado estudios superiores, y ejercido sus profesiones en sus países de origen, decidieron emprender un proyecto migratorio profesional, social, político, económico o de otro tipo y llegaron a un contexto nuevo, contando con fortalezas y una trayectoria profesional previas, deseando poner en juego su potencial, para aportar a la sociedad de acogida.

jueves, 2 de mayo de 2013

Si la vida te da limones…


Autora: Gabriela Ríos
Nacionalidad: Mexicana
Profesora de Inglés
Licenciada en producción y dirección de televisión
*Serie: Relatos sobre inmigración cualificada y mujeres profesionales extranjeras

 
Siempre fui muy  perseverante  para conseguir mis metas, incluso hice realidad el famoso sueño americano cuando me fui a vivir a los  Estados Unidos y  pensé que si  un inmigrante lograba triunfar en el país más competitivo del mundo, entonces también lo podría hacer en España.  Así que en un momento de ingenuidad en esa búsqueda constante de retos, decidí cruzar el charco creyendo que podría hacer realidad otro sueño profesional sin imaginarme nunca que se convertiría en una pesadilla.

 Siempre me gusto estudiar y fui la mejor de mi clase.  Actualmente  mi trabajo no tiene nada que  ver con mis estudios  y  mi experiencia profesional;  no tengo horario ni sueldo fijo y aunque mis honorarios siguen bajando, mis obligaciones fiscales siguen en subiendo. Como autónoma no tengo derecho al paro, ni mucho menos a resfriarme porque significa un día menos de pago. Pero es lo que hay, así que llevo  varios años haciendo de limones una limonada como dice el dicho.  

Y luego vino la crisis, palabra que me tiene  harta, como si no fuera suficiente haberla escuchado toda mi vida porque en países como donde yo nací, la crisis no es pasajera, sino constante así que uno aprende a sortearla desde muy joven.  Pero aquí los pone a todos nerviosos y  siempre te borran la sonrisa. Un simple retraso de autobús puede ser una chispa que enciende los ánimos ya caldeados de la gente, terminando  siempre los inmigrantes  teniendo  la culpa de todo lo que pasa en este país. 
Pues que me hago ciudadana española a ver si  así me ven distinto, pero no, para todos sigo siendo “la mexicana”.  Lo único diferente es que ahora tengo un documento nacional de identidad que realmente no me ayuda en nada porque el trabajo esta escaso para todos, no hay plazas suficientes en las guarderías públicas ni para los niños españoles como el caso de mi hijo ya nacido aquí.
  
Poco  a poco  los sueños profesionales van quedando  atrás, la única realidad  que tienes ahora  es trabajar sí o sí para que la mitad de tu sueldo pague la guardería y la otra mitad al  alquiler.  Por supuesto, mi condición de nueva ciudadana española tampoco  me da la seguridad que me pide un banco para poder proveer a mi hijo de  una necesidad  tan básica como  es una vivienda digna y estable.

Luego a esta  frustración hay que añadirle el sentimiento de culpa por no estar entre los  5 millones de parados y  sentirme afortunada de que al menos tengo limones, pero tanta limonada  te amarga y te corroe la autoestima, así que empiezas a estudiar otras posibilidades.

Te entran las dudas y te preguntas constantemente qué estás haciendo aquí, te sientes olvidada por la familia que dejaste en tu país y ajena al lugar donde vives. Para muchos el retorno es una opción, pero ya eché raíces y arrancarlas es un proceso igual de doloroso, así que no queda de otra que seguirle haciendo frente a las dificultades como regresando  a la universidad para estudiar una carrera completamente diferente y esperar  que la vida esta vez en lugar de limones me dé tequila y sal.

Las hormigas y las abejas



Autora: Erica Aladino Centeno
Nacionalidad: Colombiana
Educadora Social y actualmente orientadora laboral en Madrid (España)
*Serie: Relatos sobre inmigración cualificada y mujeres profesionales extranjeras

Rosa sale todos los días de su casa a eso de las 23h para sacar la basura.  No le gusta que la vean los vecinos por la escalera –uf, a veces quisiera ser invisible- se dice a sí misma.

En realidad no le importa que la vean despeinada,  con sus viejas sudaderas, y con esas machacadas zapatillas de estar por casa, ni que le vean el ajado albornoz que suele llevar puesto, pero lo  que realmente no quiere  es afrontar ciertas preguntas, a las que ella llama: agujetillas.

Las “agujetillas” son todas esas preguntas fastidiosas y molestas, es como  una china o piedrecita en el zapato mientras caminas, o una tiesa y punzante etiqueta en la nuca.

Sí, aquellas preguntas de las que quiere escapar rápidamente y pasar página en un santiamén, evitar que se te quede un mal cuerpo, o el que te manden triste o cabreada a la cama.

Dichas “agujetillas” te pueden poner a pensar y eso, precisamente a las 23h de todos los días es lo que Rosa no quiere preguntas del corte: ¿qué tal? ¿Cómo te va la vida? Cuando ella lo único que quiere es tirar la basura y fantasear con que  también tira  la negatividad de su casa, y deja espacio para que lleguen solamente  las buenas cosas.

Pero en las escaleras no solo encontraba vecinos y vecinas con preguntas “agujetillas” sino también al abrir el correo electrónico de algunas de sus amigas –que la quieren mucho-  preguntándole  cosas como: Rosa ¿ya has encontrado curro? ¿Cuánto tiempo  llevas en el paro? Si, para Rosa era muy difícil mantener su talante positivo

Esta vez, como cada noche, bajaba las escaleras, mirando de lado a lado, se sintió aliviada, ya que toda la corrala, con sus diez mil ventanas parecía dormir;  al llegar a la planta baja encontró un cartel de interés colgada en el  corcho para todos los vecinos.

El cartel rezaba:

SE BUSCA CHICA CON REFERENCIAS
Doña Pepita (la del 4°-9, escalera interior 3 de la corrala) requiere apoyo en labores domesticas. Se busca preferiblemente a alguien de este portal, que trabaje aquí o que viva en este barrio porque no se pagará desplazamiento ni transporte público. El trabajo serían 3 horas diarias de lunes a jueves. Imprescindible saber cocinar. Interesadas llamar al…

 Rosa sintió frío en los pies, ya había dejado las bolsas de la basura en el suelo, se abrazo apresuradamente a su albornoz viejo y lanzó un hondo suspiro.

Llevaba  un año en paro, logró convalidar sus estudios universitarios con muchísimo esfuerzo, llevaba fuera de su país más de 10 años, trabajando los  primeros años como asistenta de hogar en diversas casas. Había logrado trabajar en su profesión y conseguir el anhelado  reconocimiento en  su valía como profesional.
Llego incluso a ser pluriempleada, -eso sí, muchas veces sin poder descansar un domingo- pero gracias a ello logro crear una cuenta de ahorros.

Ya había pasado un año en paro, pero no de paro intelectual, ni de paro de expectativas, se decía a sí misma muchas veces: ni deprimirme quiero.
Cómo mujer, como profesional y como inmigrante pronto comprendió los pilares del reciclaje profesional,  el no parar de hacer cosas, el no parar de aprender, se apuntaba a mil historias, entrando en la dinámica de la formación-laboral del país.

Realizaba dos voluntariados, uno de ellos, de carácter administrativo, que le permitía mantener actualizados sus conocimientos profesionales y otro voluntariado de tipo asistencial.  Aquí Rosa pudo palpar a flor de piel  las  diferentes necesidades humanas  y  tratar  personas  con muchas carencias.
Hubo momentos en los que se sintió muy afortunada:
Dos años de paro (bueno ya había gastado uno), una cuenta de ahorros no muy grande, pero que le permitiría por dos años salir adelante a ella y a su familia.

Si ya lo decía su abuela (y eso que era analfabeta, pero una buena observadora)
Rosa, Rosita, guarda siempre, siempre para las vacas flacas, aprende de los comportamientos de ciertos animales como es el caso de  las hormigas y las abejas, por ejemplo, trabajan muy duro día a día  para asegurar su supervivencia y la de los suyos. No derrochan, se apoyan unas a otras, aprovechan todo –y cuando digo todo es todo- están siempre al acecho de oportunidades para que la comunidad mejore, para que no falte nada en los nidos ni en sus colmenas.

Rosa seguía mirando el cartel fijamente diciendo en voz baja: tal vez, desde nuestro punto de vista humano, se le puede reprochar algunas cosas a estos animales pero nunca, podremos decir que se quedan quietos, cada minutos es importante  para ellos,  y tienen muy claro sus responsabilidades.

Responsabilidad, interesante palabra… -Rosa sigue mascullando para sus adentros- “soy responsable de aprovechar al máximo, el momento presente, las oportunidades que pasan por enfrente de mí, pero también soy responsable de crear las condiciones para que sucedan muchas  cosas buenas.

Sí, en algún lado lo leí:
No existe la suerte… existe la Buena Suerte, y ¡esta es la buena de verdad! ¡Es la que creo yo!, ¡la que origino yo!  Sale de mis actitudes, de mi  trabajo diario, de una gran dosis de perseverancia que tiene origen en el amor propio. En las ganas de hacer bien  las cosas  por mi y por los demás.

Rosa, había estado mirando mucho tiempo el cartel,  termino memorizando el teléfono que allí aparecía; muy posiblemente llamaría a la puerta de su vecina Doña Pepita para presentarse personalmente a la mañana siguiente.

Pensó en la imagen de las hormigas y de las abejas, regresando a sus casas, con las manos vacías –o mejor dicho, con las patas vacías- y otras  veces regresaban con un poco mas pero no las pudo imaginar, sin dejar de salir a buscar –sin dejar de crear sus condiciones-.
En el lenguaje humano, entiéndase, es conocer la propia responsabilidad y no tirar la toalla.

*Erica Aladino Centeno, en calidad de autora de este relato, autoriza a la Asociación de Mujeres Profesionales por la Integración y la Igualdad “AMPI”  a colgarlo en su BLOG para su difusión y para compartirlo con los lectores y lectoras de dicho espacio.

domingo, 6 de marzo de 2011

Mujeres profesionales inmigrantes: acercamiento a la experiencia española

En el marco de sus estudios sobre Género y Medios de Comunicación, Mayra José Piñate Braca, integrante de la Asociación AMPI, realiza un acercamiento a la realidad que viven miles de mujeres profesionales que han inmigrado a España. Lee el documento completo en este enlace:

https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=explorer&chrome=true&srcid=0BwA_t0uyrsSUMzVjMjU0NTQtOThkZi00MzFhLTkzNTAtZTRmNzAxZjIxN2Uz&hl=en&authkey=CPnuicQM