lunes, 7 de mayo de 2012

Las hormigas y las abejas

(Serie: Relatos de la crisis vivida en primera persona)

Por: Erica Aladino Centeno*

Rosa sale de su casa a sacar la basura, todos los días a eso de las 23h. No le gusta que la
vean los vecinos por la escalera –uf, a veces quisiera ser invisible- se dice a sí misma.

En realidad no le importa que la vean despeinada, ni que la vean con sus viejas sudaderas, y con esas machacadas zapatillas de estar por casa, ni que le vean el ajado albornoz que suele llevar puesto, lo que no quiere es afrontar ciertas preguntas, a las que ella llama: agujetillas.

Las “agujetillas” son todas esas preguntas fastidiosas y molestas, como lo es: una china o
piedrecita en el zapato mientras caminas, o una tiesa y punzante etiqueta en la nuca.

Sí, aquellas preguntas de las que quieres escapar rápidamente y pasar página en un santiamén, pues total, la amabilidad y formalidad no tienen como finalidad, buscar el que se te quede un mal cuerpo, o el que te manden triste o cabreada a la cama.

Dichas “agujetillas” te pueden poner a pensar y eso, precisamente a las 23h de todos los días es lo que Rosa no quiere, preguntas del corte: ¿qué tal? ¿cómo te va la vida? Cuando ella lo único que quiere es tirar la basura y fantasear con que así también tira a la negatividad de su casa, y deja espacio para que lleguen solo las buenas cosas.

Pero no solo en las escaleras encuentra vecinos y vecinas con preguntas “agujetillas” ya que al abrir el correo electrónico algunas de sus amigas –que la quieren mucho- le preguntan cosas como: Rosa ¿ya has encontrado curro? ¿cuánto tiempo es que llevas en el paro?. Si, para Rosa es estas condiciones, muchos días se le hace cuesta arriba mantener su talante positivo

Esta vez y como cada noche, bajaba las escaleras, mirando de lado a lado, se sintió aliviada, ya que toda la corrala, con sus diez mil ventanas parecía dormir, al llegar a la planta baja encontró un cartel en un corcho donde se cuelga información de interés para todos los vecinos.

SE BUSCA CHICA CON REFERENCIAS
Doña Pepita (la del 4-9, escalera interior 3 de la corrala) requiere apoyo en labores domesticas. Se busca preferiblemente a alguien de este portal, (o que ya trabaje aquí) o a alguien de este barrio, pues no se pagará desplazamiento ni transporte público. El trabajo serían 3 horas diarias de lunes a jueves. Imprescindible saber cocinar. Interesadas llamar al…

Rosa sintió frio en los pies, ya había dejado las bolsas de la basura en el suelo, se abrazo
apresuradamente a su albornoz viejo y lanzó un hondo suspiro.

Llevaba ya un año en paro, logró convalidar sus estudios universitarios con muchísimo esfuerzo, llevaba ya fuera de su país más de 10 años, los primeros años trabajó como asistenta de hogar en diversas casas. Había logrado trabajar en su profesión, consiguió que reconocieran su valía profesional y ésta logró reportarle siempre trabajo. Llegó incluso a estar pluriempleada, -eso sí muchas veces sin un domingo libre para poder descansar- pero gracias a ello logró crear una cuenta de ahorros.

Ya había pasado un año en paro, pero no, de paro intelectual, ni de paro de expectativas, se decía a sí misma muchas veces: ni deprimirme quiero.

Como mujer, como profesional y como inmigrante pronto comprendió los pilares del reciclaje profesional, y el no parar de hacer cosas, el no parar de aprender, se apuntaba a mil historias, entró pues, en la dinámica reinante de la situación formativo-laboral del país.

Realizaba dos voluntariados, uno de ellos, de carácter administrativo, que le permitía mantener actualizados sus conocimientos profesionales y otro voluntariado de tipo asistencial, aquí Rosa se acostumbró a ver las necesidades humanas –y de cualquier tipo- a flor de piel, y a tratar con personas carentes de muchísimas cosas.

Hubo momentos en los que se sintió muy afortunada: Dos años de paro (bueno ya había gastado uno), una cuenta de ahorros no muy grande, pero que le permitiría salir adelante a ella y a su familia, por lo menos unos, dos años más.

Si ya lo decía su abuela (y eso que era analfabeta, pero una buena observadora) Rosa, Rosita, guarda siempre, siempre para las vacas flacas, aprende de los comportamientos de ciertos animales, que nos enseñan diariamente, las hormigas y las abejas, por ejemplo, trabajan muy duro, pero aseguran su supervivencia y la de los suyos. No derrochan, se apoyan unas a otras, aprovechan todo –y cuando digo todo es todo- y están siempre al acecho de oportunidades para que la comunidad mejore, para que no falte nada en los nidos ni en sus colmenas.

Rosa seguía mirando el cartel fijamente, y dijo en voz baja: tal vez, desde nuestro punto de vista humano, se le puede reprochar algunas cosas a estos animales pero nunca, podríamos opinar que se quedan quietos, pues cada momento cuenta para ellos, y tienen muy claro, sus responsabilidades.

Responsabilidad, interesante palabra… -Rosa seguía mascullando para sus adentros- soy
responsable de aprovechar al máximo el momento presente, las oportunidades que pasen
por enfrente de mí, pero también soy responsable de crear las condiciones para que un
sinnúmero de cosas buenas, me puedan pasar.

Sí, en algún lado lo leí:
No existe la suerte… existe la Buena Suerte, y ¡ésta es la buena de verdad! Ya que es ¡la que creo yo!, ¡la que origino yo! Sale de mis actitudes, de mi trabajo diario, de una gran dosis de perseverancia que tiene origen en el amor propio. Y en las ganas de hacer las cosas bien por mí y por los demás.

Rosa, había estado mirando tanto tiempo el cartel, que termino memorizando el teléfono que allí aparecía, pero muy posiblemente llamaría a la puerta de su vecina Doña Pepita para así presentarse personalmente a la mañana siguiente.

Pensó en la imagen de las hormigas y de las abejas, regresando a sus casas, con las manos vacías –o mejor dicho, con las patas vacías- algunas veces regresaban con poco, otras veces con más, pero no las pudo imaginar, sin dejar de salir a buscar –sin dejar de crear las condiciones-. En el lenguaje humano, entiéndase, es conocer la propia responsabilidad y no tirar la toalla.

*La autora del relato es Educadora Social, de nacionalidad colombiana y actualmente
orientadora laboral en Madrid (España).