jueves, 2 de mayo de 2013

Rosa



Autora: Rosario González
Nacionalidad: Boliviana
Licenciada en Preparación y Evaluación de Proyectos
*Serie: Relatos sobre inmigración cualificada y mujeres profesionales extranjeras

Al salir del país de origen pensamos que al otro lado del Atlántico nos espera una suerte de oportunidades para desarrollarnos como personas, además de generar recursos para nuestras familias.

Esta es una historia real, casi novelada, con algunas pinceladas de ironía, humor y gracia; trucos muy sutiles que solemos inventarnos las mujeres inmigrantes para sobrellevar la melancolía de estar tan lejos, pero tan lejos de nuestra tierra, de nuestros hijos y de nuestras familias.

Esta es la historia de Rosa: llegó a Madrid en un caluroso julio cuando, el sol parece que nunca tiene sueño y los días son tan largos y brillantes como las ilusiones de llegar a un nuevo país en busca de retos y metas. Lo que Rosa no sabía es que es muy diferente llegar a un sitio de turista a vivir como una trabajadora, pero estaba dispuesta a romper cualquier barrera para lograr sus objetivos, integrarse al  viejo mundo europeo y ser parte activa del aparato productivo de este país y de esta sociedad.

Cuando Rosa atravesó la puerta de la agencia de empleo doméstico tuvo que guardar el título bajo el brazo y en vez de hacer gala de sus estudios y profesión tuvo que sacar a relucir, sus aptitudes personales, cordialidad, paciencia, un poco de psicología y también mucho conocimiento sobre limpieza y cocina. Esto le abriría las puertas para generar su micro economía que además de permitirle una vida digna podía dar el sustento a su familia en la distancia.

Rosa no lo pensó dos veces, cualquier sitio de España, cualquier trabajo para mujer (limpieza, cocina, cuidado de niños, cuidado de ancianos), después de tantos años de estudios universitarios, después de tantos seminarios y cursillos de especialización, tuvo que optar por la fregona y la plancha, además aceptar la nueva realidad, que en la casa no tuviera un nombre, era la “chica”, la chica  del servicio.

Sin embargo estaba optimista y contenta, la gente, por la calle era cordial y considerada, por ejemplo si pregunta una dirección que no conoce, se encuentra con personas amables que le indican con lujo de detalles, le preguntan de qué país es, pero siempre dando por sentado que trabaja de “interna o externa”.

Rosa vive en España hace 5 años, tres de los cuales se dedicó a una familia con un niñito discapacitado, el trabajo era bueno, el niño de 5 años, con un mal desconocido y sin diagnóstico era encantador, no hablaba, no caminaba, apenas saltaba como un sapito, era sumamente inquieto y travieso además de no tener conciencia de los peligros, había que tener mucho cuidado con él, mucha paciencia a la hora de comer, de bañarlo, pero Rosa lo entendía muy bien había mucha interacción entre los dos. El niño discapacitado sabía muy bien quien le tenía cariño.

Dos años pasaron muy de prisa y la familia, a petición de Rosa, decidió hacerle “los papeles”. Meses más tarde cuando finalmente Rosa se encontró “legalizada” en España vivió un cambio radical en la familia del niñito, sucedían y se le exigían cosas fuera del sentido común como por ejemplo: echarle la bronca a las 12 de la noche, después de que Rosa había estado con los niños desde el desayuno hasta la cena, incluyendo hacer los deberes con la hermanita, bajar a la piscina con ambos niños, comer con ellos, sacarlos de paseo y haber estado todo el día dedicada a sus hijitos.

¿Es normal que de pronto un día le digan que tiene que cuidar a dos vecinitas que vienen de visita a la piscina del condominio? Rosa es una persona muy responsable, sabe que tres niñas traviesas e inquietas en una piscina es un riesgo para todas, para ellas, para Rosa y para las irresponsables madres que se fueron de rebajas. En fin, las condiciones cambiaron mucho a partir de los dichosos “papeles”. Rosa decepcionada se marchó a Madrid en busca de mejor destino.

Madrid es una ciudad con  mucha diversidad cultural, una actividad imparable en todos los aspectos, en Madrid hay cabida para todos los genios e ingenios, es una ciudad que atrapa, atrae, genera ilusiones, imaginación, arte… pero al mismo tiempo no deja de ser una capital con todos los problemas de ciudad cosmopolita, donde juega un papel importante el tema de la inmigración.

¿Cuántos compatriotas de Rosa han tenido que pasar por el CIES?, ¿cuántos que tienen carta de expulsión, caminan las calles temerosos?, hay polis por todas partes civiles y uniformados, da igual que sea de día o de noche, les encanta hacer batidas en los locutorios a altas horas de la noche, con la diferencia horaria con Sudamérica la mejor hora para comunicarse es a partir de las 10 de la noche, y la gente se enfrenta a la satisfacción de tener noticias de la familia, pero al mismo tiempo al temor de ser pillado por la poli por algo tan sencillo como echar de menos a la familia.

Para los inmigrantes la vida en Madrid es mucho más dura, las empleadoras son más exigentes y mecanizadas, piensan que las “chicas” del empleo doméstico son robots, inagotables, sin sentimientos, sin necesidades emocionales. Dar un contrato de trabajo o pagar la seguridad social, como es su obligación, cada vez se ve menos, son los mismos inmigrantes quienes se la tienen que pagar.

Durante este último año Rosa ha tenido experiencia con ancianos de España, un drama en todas sus formas. Los ancianos y ancianas de este país están bastante abandonados, los familiares bastante aburridos, tienen dos alternativas antes del abandono total, la residencia o la atención por parte de un inmigrante.

Por esas andaduras de la vida Rosa llegó a un pequeño y perdido barrio de Vallecas, para su sorpresa la mayoría de sus habitantes eran mayores de 80 años, a modo de pinceladas contaremos que Rosa además de tener que aceptar unas condiciones económicas y de trabajo bastante desfavorables, ha pasado por experiencias desesperantes especialmente cuando la anciana, en su demencia senil, se pone agresiva,  se niega a comer, dormir,  o tomar los medicamentos y Rosa, como muchas otras mujeres en su misma condición, debe rebuscar en su bagaje psicológico alguna herramienta convincente para aplicar con sutileza a la viejita amargada y aburrida de vivir, porque si de algo se da cuenta la anciana, es del poquísimo afecto que le tienen sus hijos y allegados,  unas visitas formales y muy de vez en cuando son suficiente tiempo dedicado a las personas mayores.

El trabajo atendiendo personas, ya sean estas ancianas o niños dignifica, es cierto, ¿pero las condiciones son dignas? Trabajos de interna con horarios interminables, incluidos los festivos, pagas insuficientes y donde para colmo, si te sales de esas reglas te prefieren fuera, porque para ese puesto habrá más inmigrantes desesperadas que aceptaran esas condiciones.

Las ilusiones cada vez se parecen más a un callejón sin salida, algunas de las habilidades adquiridas durante esta experiencia en España, podrían ser: experta en productos de limpieza, y en fregonas y experiencia en  trabajos mal pagados y poco reconocidos. ¿Volver? Es la gran pregunta que muchas de las mujeres como Rosa se hacen con frecuencia, volver con las ilusiones rotas, sin dinero, sin futuro, sin un plan de vida, Rosa no es una jovencita, ya tiene 50 años. Sin embargo, en este último año muchos inmigrantes han optado por volver.

En febrero presentó la solicitud de arraigo, después de seis meses el resultado es “no favorable”, Rosa no sabe por qué, la carta aun no ha llegado, mientras tanto no puede hacer nada, pero tiene que sobrevivir, generar ingresos.

En Bolivia Los hijos de Rosa cada mes necesitan el dinero que ella les envía para continuar con sus estudios.

Prácticamente todo un año pendiente del trámite en extranjería para intentar conseguir el permiso de trabajo que al final no llega.

Rosa actualmente es una mujer inmigrante, trabajadora y generadora de empleo en la economía sumergida en riesgo de exclusión social, busca trabajo doméstico, podría estar dispuesta a aceptar todas las condiciones: sueldo bajo, sin derecho a salidas, sin medias pagas, sin seguridad social y con las siguientes cualidades: mucha cordialidad, paciencia, buena cocinera, excelente en limpieza y plancha sin cesar hasta la medianoche si es preciso.

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