Autora: Gabriela Ríos
Nacionalidad: Mexicana
Profesora de Inglés
Licenciada en producción y dirección de televisión
Profesora de Inglés
Licenciada en producción y dirección de televisión
*Serie:
Relatos sobre inmigración cualificada y mujeres profesionales extranjeras
Siempre fui
muy perseverante para conseguir mis metas, incluso hice
realidad el famoso sueño americano cuando me fui a vivir a los Estados Unidos y pensé que si un inmigrante lograba triunfar en el país más
competitivo del mundo, entonces también lo podría hacer en España. Así que en un momento de ingenuidad en esa
búsqueda constante de retos, decidí cruzar el charco creyendo que podría hacer
realidad otro sueño profesional sin imaginarme nunca que se convertiría en una
pesadilla.
Siempre me gusto estudiar y fui la mejor de mi
clase. Actualmente mi trabajo no tiene nada que ver con mis estudios y mi
experiencia profesional; no tengo
horario ni sueldo fijo y aunque mis honorarios siguen bajando, mis obligaciones
fiscales siguen en subiendo. Como autónoma no tengo derecho al paro, ni mucho
menos a resfriarme porque significa un día menos de pago. Pero es lo que hay,
así que llevo varios años haciendo de
limones una limonada como dice el dicho.
Y luego vino la
crisis, palabra que me tiene harta, como
si no fuera suficiente haberla escuchado toda mi vida porque en países como donde
yo nací, la crisis no es pasajera, sino constante así que uno aprende a
sortearla desde muy joven. Pero aquí los
pone a todos nerviosos y siempre te
borran la sonrisa. Un simple retraso de autobús puede ser una chispa que
enciende los ánimos ya caldeados de la gente, terminando siempre los inmigrantes teniendo la culpa de todo lo que pasa en este
país.
Pues que me hago
ciudadana española a ver si así me ven
distinto, pero no, para todos sigo siendo “la mexicana”. Lo único diferente es que ahora tengo un
documento nacional de identidad que realmente no me ayuda en nada porque el trabajo
esta escaso para todos, no hay plazas suficientes en las guarderías públicas ni
para los niños españoles como el caso de mi hijo ya nacido aquí.
Poco a poco los sueños profesionales van quedando atrás, la única realidad que tienes ahora es trabajar sí o sí para que la mitad de tu
sueldo pague la guardería y la otra mitad al alquiler.
Por supuesto, mi condición de nueva ciudadana española tampoco me da la seguridad que me pide un banco para
poder proveer a mi hijo de una
necesidad tan básica como es una vivienda digna y estable.
Luego a esta frustración hay que añadirle el sentimiento de
culpa por no estar entre los 5 millones de
parados y sentirme afortunada de que al
menos tengo limones, pero tanta limonada te amarga y te corroe la autoestima, así que
empiezas a estudiar otras posibilidades.
Te entran las
dudas y te preguntas constantemente qué estás haciendo aquí, te sientes
olvidada por la familia que dejaste en tu país y ajena al lugar donde vives.
Para muchos el retorno es una opción, pero ya eché raíces y arrancarlas es un proceso
igual de doloroso, así que no queda de otra que seguirle haciendo frente a las
dificultades como regresando a la
universidad para estudiar una carrera
completamente diferente y esperar que la
vida esta vez en lugar de limones me dé tequila y sal.
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