(Serie: Relatos de la crisis vivida en primera persona)
Por: Erica Aladino Centeno*
Rosa sale de su casa a sacar la basura, todos los días a eso
de las 23h. No le gusta que la
vean los vecinos por la escalera –uf, a veces quisiera ser
invisible- se dice a sí misma.
En realidad no le importa que la vean despeinada, ni que la
vean con sus viejas sudaderas, y con esas machacadas zapatillas de estar por
casa, ni que le vean el ajado albornoz que suele llevar puesto, lo que no
quiere es afrontar ciertas preguntas, a las que ella llama: agujetillas.
Las “agujetillas” son todas esas preguntas fastidiosas y
molestas, como lo es: una china o
piedrecita en el zapato mientras caminas, o una tiesa y
punzante etiqueta en la nuca.
Sí, aquellas preguntas de las que quieres escapar
rápidamente y pasar página en un santiamén, pues total, la amabilidad y formalidad
no tienen como finalidad, buscar el que se te quede un mal cuerpo, o el que te
manden triste o cabreada a la cama.
Dichas “agujetillas” te pueden poner a pensar y eso,
precisamente a las 23h de todos los días es lo que Rosa no quiere, preguntas
del corte: ¿qué tal? ¿cómo te va la vida? Cuando ella lo único que quiere es
tirar la basura y fantasear con que así también tira a la negatividad de su
casa, y deja espacio para que lleguen solo las buenas cosas.
Pero no solo en las escaleras encuentra vecinos y vecinas
con preguntas “agujetillas” ya que al abrir el correo electrónico algunas de
sus amigas –que la quieren mucho- le preguntan cosas como: Rosa ¿ya has
encontrado curro? ¿cuánto tiempo es que llevas en el paro?. Si, para Rosa es
estas condiciones, muchos días se le hace cuesta arriba mantener su talante
positivo
Esta vez y como cada noche, bajaba las escaleras, mirando de
lado a lado, se sintió aliviada, ya que toda la corrala, con sus diez mil
ventanas parecía dormir, al llegar a la planta baja encontró un cartel en un
corcho donde se cuelga información de interés para todos los vecinos.
SE BUSCA CHICA CON REFERENCIAS
Doña Pepita (la del 4-9, escalera interior 3 de la corrala)
requiere apoyo en labores domesticas. Se busca preferiblemente a alguien de
este portal, (o que ya trabaje aquí) o a alguien de este barrio, pues no se
pagará desplazamiento ni transporte público. El trabajo serían 3 horas diarias
de lunes a jueves. Imprescindible saber cocinar. Interesadas llamar al…
Rosa sintió frio en los pies, ya había dejado las bolsas de
la basura en el suelo, se abrazo
apresuradamente a su albornoz viejo y lanzó un hondo
suspiro.
Llevaba ya un año en paro, logró convalidar sus estudios
universitarios con muchísimo esfuerzo, llevaba ya fuera de su país más de 10
años, los primeros años trabajó como asistenta de hogar en diversas casas.
Había logrado trabajar en su profesión, consiguió que reconocieran su valía
profesional y ésta logró reportarle siempre trabajo. Llegó incluso a estar pluriempleada,
-eso sí muchas veces sin un domingo libre para poder descansar- pero gracias a
ello logró crear una cuenta de ahorros.
Ya había pasado un año en paro, pero no, de paro
intelectual, ni de paro de expectativas, se decía a sí misma muchas veces: ni
deprimirme quiero.
Como mujer, como profesional y como inmigrante pronto
comprendió los pilares del reciclaje profesional, y el no parar de hacer cosas,
el no parar de aprender, se apuntaba a mil historias, entró pues, en la
dinámica reinante de la situación formativo-laboral del país.
Realizaba dos voluntariados, uno de ellos, de carácter
administrativo, que le permitía mantener actualizados sus conocimientos
profesionales y otro voluntariado de tipo asistencial, aquí Rosa se acostumbró
a ver las necesidades humanas –y de cualquier tipo- a flor de piel, y a tratar
con personas carentes de muchísimas cosas.
Hubo momentos en los que se sintió muy afortunada: Dos años
de paro (bueno ya había gastado uno), una cuenta de ahorros no muy grande, pero
que le permitiría salir adelante a ella y a su familia, por lo menos unos, dos
años más.
Si ya lo decía su abuela (y eso que era analfabeta, pero una
buena observadora) Rosa, Rosita, guarda siempre, siempre para las vacas flacas,
aprende de los comportamientos de ciertos animales, que nos enseñan
diariamente, las hormigas y las abejas, por ejemplo, trabajan muy duro, pero
aseguran su supervivencia y la de los suyos. No derrochan, se apoyan unas a
otras, aprovechan todo –y cuando digo todo es todo- y están siempre al acecho
de oportunidades para que la comunidad mejore, para que no falte nada en los
nidos ni en sus colmenas.
Rosa seguía mirando el cartel fijamente, y dijo en voz baja:
tal vez, desde nuestro punto de vista humano, se le puede reprochar algunas
cosas a estos animales pero nunca, podríamos opinar que se quedan quietos, pues
cada momento cuenta para ellos, y tienen muy claro, sus responsabilidades.
Responsabilidad, interesante palabra… -Rosa seguía mascullando
para sus adentros- soy
responsable de aprovechar al máximo el momento presente, las
oportunidades que pasen
por enfrente de mí, pero también soy responsable de crear
las condiciones para que un
sinnúmero de cosas buenas, me puedan pasar.
Sí, en algún lado lo leí:
No existe la suerte… existe la Buena Suerte, y ¡ésta es la
buena de verdad! Ya que es ¡la que creo yo!, ¡la que origino yo! Sale de mis
actitudes, de mi trabajo diario, de una gran dosis de perseverancia que tiene
origen en el amor propio. Y en las ganas de hacer las cosas bien por mí y por
los demás.
Rosa, había estado mirando tanto tiempo el cartel, que
termino memorizando el teléfono que allí aparecía, pero muy posiblemente llamaría
a la puerta de su vecina Doña Pepita para así presentarse personalmente a la
mañana siguiente.
Pensó en la imagen de las hormigas y de las abejas,
regresando a sus casas, con las manos vacías –o mejor dicho, con las patas
vacías- algunas veces regresaban con poco, otras veces con más, pero no las
pudo imaginar, sin dejar de salir a buscar –sin dejar de crear las
condiciones-. En el lenguaje humano, entiéndase, es conocer la propia
responsabilidad y no tirar la toalla.
*La autora del relato es Educadora Social, de nacionalidad
colombiana y actualmente
orientadora laboral en Madrid (España).